Una última carcajada a costa del arte

Sentado a la mesa de un restaurante en las playas de Venecia, Gastón Duprat preguntaba a Luis Brandoni, uno de los protagonistas de Mi obra maestra, si el público italiano habrá entendido su referencia a un “sociólogo peronista”. Aunque mucho de lo argentino puede ser difícil de entenderse en Europa, lo más importante de esta comedia no tuvo contratiempos con la traducción. El público de la Mostra se rió con la nueva entrega de los cineastas que triunfaron dos años atrás en este mismo festival con El ciudadano ilustre.

La dupla formada por Gastón Duprat y Mariano Cohn ha hecho carrera en el cine argentino con películas cargadas de sentido del humor y una crítica social que pide sangre. En ellas, una fuerza choca con otra que se le opone y las chispas resultantes de ese encuentro suelen ser agudas ironías. Como común denominador tienen una referencia, casi siempre nada solemne, al mundo del arte y su fauna. La cantera para esa temática es profunda. Andrés Duprat, hermano del director, es uno de los comisarios más importantes de Buenos Aires y guionista para la pareja creativa.

Gastón Duprat anuncia que esta es la última película del par que explorará el mundo del arte. “Nos jubilamos del tema con esta”, asegura en una entrevista. Fue una buena cosecha que comenzó con El artista, en la que un enfermero roba los dibujos de un paciente para sacar algo de dinero; pasa por El hombre de al lado, donde un diseñador que habita una casa diseñada por Le Corbusier se enfrenta con su vecino por un muro común y toca al mundo literario en El ciudadano ilustre, donde un premio Nobel regresa por primera vez a su pueblo natal después de décadas de haber salido huyendo de él.

En Mi obra maestra, Renzo (Brandoni) es un amargado pintor lleno de rencor porque sus mejores años han pasado. Como muchos artistas, cree que la falta de reconocimiento del público y de la crítica se debe al escaso refinamiento de la sociedad. Esta posición lo ha aislado y llevado a la bancarrota. Su único amigo es el galerista Arturo (Guillermo Francella), quien se ve obligado a soportarle las majaderías por los años de amistad y los buenos tiempos que los unieron.

Un accidente le presenta a Arturo la posibilidad de capitalizar todos esos años en que ha sufrido los tormentos. Después de todo, los precios de la obra de un artista se disparan si este muere. En su plan interfiere Álex (Raúl Arévalo), un madrileño perroflauta y algo ingenuo, que ha llegado a América Latina atraído por su riqueza cultural y con la intención de ser solidario con los más necesitados.

Mi obra maestra es quizá la película más accesible salida de la visión de Duprat y Cohn. “No me gusta el cine hermético ni de autor. No le tengo ningún respeto a pesar de que lo conozco porque lo hicimos. Quiero risas en las salas y tener en cuenta a los espectadores”, dice Gastón.

La responsabilidad de mantener el tono ligero recae principalmente en la pareja formada por Francella y Brandoni. Ambos actores han trabajado juntos en la televisión argentina. Este papel representa el retorno a la comedia para Francella, quien viene de protagonizar dramas como El Clan y Animal. “Tuvimos el placer de hacer una comedia que no es epidérmica, donde aparecen los sentimientos en primer plano”, cuenta Brandoni sobre su trabajo. Mi obra maestra se encuentra actualmente en su tercera semana en cartel en Argentina. Para finales de año llegará a España.


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